Acapulco, Guerrero, a 07 de septiembre de 2007. 

Ellas… y el clima.

Fotografías de La Lomita
Por Cecilia del Olmo

Jueves a medio día. El aire huele a agua estancada de varios días y a pozole. Tantas narices no pueden estar equivocadas, ¿o serán tantos antojos?

Tres de la tarde, septiembre. El clima extremo no da ni un respiro y el servicio meteorológico alerta de depresiones, tormentas y ciclones tropicales. Somos tan semejantes al clima: extremistas, sufrimos grandes depresiones y sobre todo nos comportamos como ciclones tropicales, tan llenos de todo y nada, tan sanadores y destructivos a la vez, y contrariamente, tan efímeros que dejamos marcas de por vida.

Suceda lo que suceda en lo natural, en lo social y hasta en lo individual, el jueves pozolero no se suspende. Entre palapas, charcos en el suelo, mesas de plástico, música en vivo en altos decibeles, por supuesto, en un ambiente familiar y al calor de unos tragos… Ellas comienzan a salir.

Minutos antes, atrás del escenario —y también de la cocina— en un cuarto de 2 por 4 metros, con el sudor permanente bajo el brazo, las medias, el rubor, las cervezas y el pudor, Nolly y  Lorena Silvetti (Flor de Loto), entre otros 5 travestís, se las idean para maquillar su exterior pues su esencia diaria, de mil pesos por día de show o “un poco más dependiendo aptitudes”,  se encuentra desnuda, aún cuando extraños asoman su cara por la puerta permanentemente abierta, para soltarles así una que otra broma sarcástica y tan gastada acerca de su “hombría”, situación que sólo evidencia más su propio reflejo en el espejo.

La cámara fotográfica (y su acompañante) irrumpen el espacio que saben franco, honesto, de trabajo. No hay casi preguntas, sólo son Ellas y su ritual de transformación externa. Ellas contra el mundo, contra las tempestades como cualquier población marginal que busca sobrevivir y destacar con lo que mejor saben hacer: contar su historia, su propia realidad a través de situaciones hilarantes en el otro, de disfraces, de imitaciones burlonas que hacen que el espectador se mofe de sí mismo, de juegos repletos de erotismo, pero sobretodo mediante un show cargado de verdades intempestivas, de vientos golpeadores, de calentamientos globales.

Así es como cada jueves pozolero, en un suburbio de Acapulco que constantemente se inunda aún estando en La Lomita… estas personas cuentan una historia diferente y, frente a abogados cerrando tratos, ante niños y padres de familia, maestros saliendo de clases, trabajadores de la construcción con algo más que la raya, amas de casa con curiosidad, Ellas cautivan al público y, por un instante, olvidan que sus medias están un poco rotas, que sus almas están un poco heridas, que sus cuerpos son un poco diferentes y que las tormentas enfrían lo que el ser humano calienta.